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Patio Criollísimo

La Esperanza de un Joven Artista

La Esperanza de un Joven Artista

«...se aprende mucho enseñando,
 lo he aprendido ahora que enseño...»
Olga Alonso González

Las lomas del Escambray villaclareño le han aportado al joven instructor de arte Israel Toscazo Fleites (Pipo) un mundo de sueños y oportunidades que no encontró inicialmente en Esperanza, en el municipio de Ranchuelo.

Con espíritu emprendedor y los deseos de aplicar los conocimientos  adquiridos en la escuela de instructores de arte Manuel Ascunce Domenech, eligió a Manicaragua como nuevo lugar de residencia.

Sabía que el centro de trabajo no le quedaría al doblar de la esquina, como en su pueblo natal. Mucho más difícil resultaba distanciarse de una madre preocupada en extremo y muy cariñosa con él. Al ser educadora, ella comprendió de inmediato que el compromiso del hijo crecería en esas lomas, pues, como expresó José Martí: «El verdadero hombre no mira de qué lado se vive mejor, sino de qué lado está el deber.»

«Aquí trabajo muy feliz», declara Israel, quien además confiesa sentirse satisfecho por colorear sus jornadas con el verde del Escambray.

HOJA DE RUTA

Diariamente, antes de que el sol ilumine el lomerío, Pipo asciende hasta la comunidad de Boquerones. Allí, en uno de los locales de la escuela Emilio Martínez Palomares tiene un refugio para la creación artística. No se trata de un puesto fijo para diseñar mascotas, retratos, títeres, esculturas y cuanto cartel haga falta para mejorar la estética de la comunidad.

Si antes de una posible visita no recibe el aviso, será muy difícil saber en qué lugar de la serranía estará realizando una de sus tareas. Bien sea solo o con el apoyo de un vecino, pues su labor trasciende las instalaciones docentes.

«Ser un instructor rutero implica caminar mucho y relacionarse con todos los habitantes de la zona. Imparto talleres a 32 alumnos que cursan 3o., 4o. y 5o. grados, en aulas multigrados de tres asentamientos diferentes», explica quien, además, preside la Brigada José Martí en la localidad de Jibacoa.

Entonces, lo mismo está en Picos Blanco, si es martes o jueves —únicos días en que sube la guarandinga—, o bien en Rincón Naranjo o en Sitio Yerra, de muy difícil acceso.

«Queda loma arriba, a unos seis kilómetros de Boquerones y casi siempre voy a pie. Subo cada 15 días y bien temprano. Voy con la fresca para disfrutar más del paisaje. También me ayuda a encontrar nuevas ideas para los dibujos. El cansancio lo olvido en cuanto observo los rostros sonrientes de los cinco niños que me esperan. Les dedico la mayor parte de esa jornada y en verdad me motivan a ir con mayor frecuencia.»

Para comprenderlo, basta conocer la relación de Israel con Wendy, una pequeña de ocho años decidida a convertirse en pintora. Cuando al instructor de arte no le corresponde ir, y ella percibe la presencia de algún funcionario de Educación o del Gobierno en su escuela, al instante la niña les pregunta por qué Pipo no se encuentra con ellos también.

«Es de las alumnas que esperan con ansiedad mis clases. Me emociona saberlo. Pero no es la única. Por eso realizo exposiciones con los propios dibujos de los niños. Les explico que semejan una verdadera galería de arte. Para muchos se trata de una instalación   totalmente desconocida.

«Los insto a participar en los concursos convocados por las revistas Pionero y Zunzún, así como el de Trasagua. Recientemente, concebí un certamen de este tipo dedicado a la danza, con el cual comprobé que desde las comunidades rurales también pueden surgir excelentes artistas de la plástica en el futuro».

Con esos anhelos, Israel despide a diario el Astro Rey. Mientras va cayendo la noche, él regresa a la casa, donde comparte escasas horas con su papá y abuelos.

«Me queda muy poco tiempo —dice— para relatarles las incidencias del día. Me acuesto temprano para volver a madrugar y emprender la siguiente jornada. Ya es un hábito y una necesidad desde hace dos años. Incluso, cuando culmine la tesis de Licenciatura en Instructor de Arte tendré nuevas razones para seguir. Me propongo poner en práctica con mis investigaciones cómo convertir tanto a los niños como a sus familiares en verdaderos cuidadores de la naturaleza, las bellas cascadas y la fauna que habita en este macizo montañoso. Quiero que mediante  la pintura descubran que la esperanza siempre reverdece.»

 

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