Crecer Entre Cuatro Paredes
Fotos: Ramón Barreras Valdés
Tres niños que apenas han aprendido a tomar el lápiz entre sus manos para escribir las primeras palabras, ya manipulan a la perfección el mouse y el teclado de una computadora.
Claro, dicho así y en pleno siglo xxi el hecho no constituye un asombro. Lo sorprendente en verdad —sobre todo para quienes subestiman a nuestro pueblo— es que los tres pequeños son cubanos, viven entre montañas y cursan el primer grado.
Por si fuera poco, no son los únicos. Junto a ellos, otros diez infantes de diferentes grados se adiestran en el aprendizaje de la Computación. Los trece educandos conforman la matrícula de una escuela rural multígrada, similar a las tantas que existen entre los lomeríos de Cuba.
Como en la mayoría de estos planteles el espacio allí es reducido pues cuenta solo de cuatro paredes. Sin embargo, resulta suficiente para que, en su interior, tanto alumnos como maestros puedan materializar los mejores programas educacionales.
ALFABETIZADORES DE LA NUEVA ERA
Ante los inminentes avances tecnológicos, puede suponerse que la cuartilla y el manual de quienes libraron a nuestro pueblo del analfabetismo han retornado, esta vez convertidos en softwere, display y pantallas televisivas.
Entonces, es real que la imagen del maestro asesinado —hace 40 años— continúa rondando por el Escambray villaclareño para llevar a cada paso la luz de la verdad.
Digamos que cada mañana, cuando la joven Mayda Concepción Paz recibe a sus discípulos, en ella también se multiplican las ideas de Manuel Ascunce Domenech; porque trabaja en una escuela que se honra con su nombre, y, además, le agrada desempeñarse como maestra.
Entre las tantas satisfacciones que ha vivido durante los ocho años de labor en este tipo de enseñanza, solo puede hablar de una. Tal vez por ser la más reciente, o la más insospechada, hasta hace unos meses atrás.
Lo cierto es que Mayda nunca se imaginó contar con un televisor en su aula, y muchísimo menos con una computadora Pentium 3. Si bien siempre estuvo segura de que sería una de las personas encargadas de formar al hombre del tercer milenio, a su vez estaba muy lejos de adivinar que entre los complementos para lograrlo estarían tan novedosos equipamientos.
Por eso, se siente complacida de que, a diferencia de los cursos anteriores, deba compartir su aula con Maribel Herrera Mena, quien al cumplir la función de enseñarles a los alumnos las técnicas computarizadas, contribuye a reafirmar lo aprendido en las clases de Lengua Española y Matemática.
Asimismo, ambas reciben la ayuda de Guillermo Núñez Mena, un joven que se encuentra matriculado en el Curso de Formación Emergente de Maestros.
De tal manera, en un recinto de cuatro paredes —aparentemente insignificante como este de Valle Blanco—, crecen las ansias de saber y enseñar. Crece la cultura más pura.
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