Sirenas en las Aguas de Caibarién
Por Raisa Guevara García
En las aguas de Caibarién hay una Sirena, tiene más de cien años, pero la dama, mitad mujer, mitad pez, es hermosa y juvenil. No…nunca la he visto…por más que pregunto a los pescadores de este tiempo, a ellos tampoco se les presentó, ¡ah!, pero cada uno tiene un tío o abuelo que debió atarse al mástil del barco velero para no sucumbir a su canto, todos saben que existe y que el sitio para buscarla o evitarla, según los deseos del navegante, es el canal de los barcos, un lugar en la mar al que solo podía irse navegando hasta que construyeron una enorme carretera. Mi teoría es que la “bella y peligrosa” teme al tráfico y se oculta de la avalancha de turistas que viaja a la cayería norte.
La sirena de Caibarién
(Fragmento tomado de Fabuloso Mar, de Francisco Martínez Mota, publicado por Editorial Gente Nueva en 1988)
La más famosa de las sirenas cubanas, empero, es la de Caibarién. Sobre ella se han escrito los más diversos relatos, muchos de ellos encajados en los más disparatados argumentos. El más tradicional y aceptado es el que encaja facundo Ramos en sus Cosas de Remedios, libro escrito en el siglo XIX y no publicado, sin embargo, hasta 1932.
Al hablar de las sirenas, este cronista popular escribe: “Las que se han encontrado en las aguas de Caibarién suelen aparecer, en algunas noches de luna, flotando suavemente por el medio del Canal de los Barcos. Está formada, de medio cuerpo para abajo, como un pez grande semejante a una tintorera y, de medio cuerpo hacia arriba, es el busto de una mujer hermosísima. Su color es de un blanco pálido y sus facciones como de la más perfecta circasiana”.
“Sus ojos son de gacela –añade el cronista- y guiña mucho el derecho, sobre todo cuando ve a algún marinero que le gusta: enseguida le hace la seña del tres… Su cuerpo es elegante, bello y artísticamente modelado… Sus torneados brazos se agitan incesantemente, produciendo olas de espuma en cuyos cristales se refleja la imagen de la hermosa sirena.
“Pero lo que más enloquece –insiste Ramos-, gusta y fascina, es la dulzura de su voz, que produce un canto tan melodioso que atrae a todos los marineros que pasan por allí cerca. Varios han perecido ya, víctimas de sus halagadoras notas musicales; han muerto bajo las ondas y despedazados por su cola.”
El imaginativo Facundo Ramos cuenta todo esto al basarse en los relatos recogidos aquí y allá. Y nos confiesa que llegó a embarcarse dispuesto a enfrentarse al peligro que suponía el atravesarse en el camino de tan atractiva y peligrosa deidad marítima. Pero, honestamente, señala también que tuvo que regresar sin hallarla en su camino.
Aquí termina el libro y comienzo yo
¿Qué es una circasiana? Pues según el pequeño Larousse: natural de Circasia, y el diccionario de Encarta amplía que Circasia es un lugar o región que está en la Rusia europea. ¡Vaya usted a saber cuántos de ellos vería Ramos antes de escribir sobre el asunto!
Algo que no dice el libro es que el imaginativo Facundo Ramos tira como a broma la leyenda cuando termina su narración con la anécdota de que se embarcó personalmente para encontrarla y el único canto que escuchó fue el del negro cocinero del barco que entonaba una canción de moda con estribillo de “entra guabina por la puerta de la cocina”.
Otras sirenas
Se dice que las sirenas, después de las hadas y las brujas, ocupan el siguiente lugar entre los personajes maravillosos de la literatura para niños, sobre todo en los países con costas. Para los adultos, las leyendas de sirenas se remontan a La odisea de Homero; en la literatura casi siempre se le dan características de personaje engañador, generalmente es mujer que saca al hombre del camino recto y lo lleva por laberintos de engaño, con un final catastrófico (otro de los numerosos y arcaicos tratamientos machistas).
El mar Caribe viene a ser como el mar del olimpo americano, lleno de mitos y leyendas de Sirenas. En Cienfuegos, costa centro sur de Cuba, por ejemplo, hay una leyenda de seis indias que al zozobrar la canoa en que iban, cayeron al agua y se convirtieron en sirenas, son traviesas y en los días de tormenta asustan a los marineros que se aventuran en las aguas cercanas al castillo de Jagua.
La abundancia de manatíes que una vez hubo en los mares litorales de nuestra isla, puede ser el origen de esas leyendas, pues si bien el manatí es inmensamente feo comparado con una circasiana, amamanta a sus hijos y para eso se asoma, como para respirar, a la superficie del agua.
No pocos artistas se han inspirado en las sirenas para hacer sus obras: narrativa, pintura, cine…dieron espacio a todo tipo de sirenas, la más clásica y versionada es La Sirenita de Andersen. En Cuba, las más conocidas son las sirenitas de Portocarrero que ilustran el libro titulado Fabuloso mar de Francisco Martínez Mota; también en la poesía de creadoras como Cleva Solís y entre dibujantes populares de la escuela de Feijóo se rinde culto a la sirena.
A la entrada de la playa de Caibarién tenemos una escultura de sirena fundida en hormigón, su autor es Raúl Tabío, proyectista de las carrozas del barrio La Loma, quien contó con la ayuda de un equipo de parranderos locales y, por cierto, no logró ver nunca a la verdadera, aunque dicen que miró al mar durante los atardeceres de todo un verano.
Otras leyendas de Caibarién
La mayoría de las leyendas de Caibarién se relacionan con el mar: un cayo habitado por brujas, otro donde se escuchan voces que te llaman por tu nombre y hasta pasos, sin que se vea a nadie, mientras otras se van al entorno campesino más cercano para contarnos de la madre de agua y el guije, habitantes de los ríos de la zona de Dolores.
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