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Patio Criollísimo

Latinoamericano, Humanista y Postmoderno

Latinoamericano, Humanista  y  Postmoderno Estudiar la evolución del pensamiento filosófico en América Latina, demostrar por qué los sistemas sociales más viables del continente serán aquellos donde prime el humanismo, y aportar argumentos para adentrarnos con optimismo en la postmodernidad, constituyen los pilares de las teorías desarrolladas por el Doctor en Ciencias Pablo Guadarrama González, catedrático santaclareño, cuyo quehacer evidencia su condición de investigador.

Foto: Ramón Barreras Valdés

Adentrarse en el mundo de los sofismas y conceptos con los cuales se  interpreta la vida humana, suele ser la dedicación de muy pocas personas. Y es que, elaborar teorías sobre los fenómenos sociales, éticos y epistemológicos entraña una consagración extrema. Tanta, que solo a los eruditos les resulta fácil.

Aún así, la adquisición de tales habilidades lleva su tiempo. Lo evidencia el Doctor en Ciencias y Profesor Titular de la Cátedra de Pensamiento Latinoamericano de la Universidad Central Marta Abreu de Las ViIlas (UCLV), Pablo Guadarrama González.

Experto en las distintas corrientes del pensamiento, no se atreve a dilucidar si la aparición de estas materias en su vida se debe a relación causa-efecto, o viceversa. Lo cierto está en que a los 17 años no mostró  temor -como cualquiera de sus alumnos-, ante los primeros volúmenes de una asignatura rechazada por muchos. Nunca más se ha separado de ella, al punto de recibir varios reconocimientos nacionales e internacionales por los estudios realizados. Entre ellos, el de Doctor Honoris Causa de la Universidad Nacional de Trujillo, Perú, otorgado en agosto del 2003.

—¿Cuándo decidió dedicarse a la Filosofía?

—Desde que conocí esa, en los años 60 y principios de los 70. Agradezco mucho a esa etapa intelectual y al hecho de que por suerte en nuestro país, en aquellos años, la vida filosófica fuera realmente amplia. No se limitaba a los manuales de marxismo leninismo como sucedería más tarde.

«En verdad, no soy una entidad aislada, sino el resultado de un equipo,  de una universidad, de un proceso social político tan cultural y significativo como la Revolución cubana. Sin el triunfo del 1º de Enero del 59, mi rumbo profesional hubiera sido distinto. Conozco las condiciones tan adversas para la producción intelectual y científica en otros países de América Latina, estoy absolutamente convencido de que en las condiciones del capitalismo y de regímenes como los que existían en Cuba antes de la Revolución, las posibilidades de llegar a la universidad serían nulas.

Guadarrama se muestra elocuente. Gesticula, frunce el ceño para buscar la explicación precisa y modula la voz cuando quiere enfatizar una palabra. Tal parece que asistimos a una de sus conferencias magistrales. El escenario puede ser su habitual aula, la sala de la casa o, el parque Leoncio Vidal. Ante las alternativas para la entrevista aceptó la céntrica plaza de su Santa Clara natal, de donde no ha querido emigrar.

—¿Por qué prefiere esta ciudad para el desarrollo profesional si ha tenido oportunidad de residir en la gran urbe capitalina?

—Me opongo al determinismo geográfico. Durante 18 años, desde la UCLV hemos demostrado científicamente que la Filosofía no admite ni gentilicios, ni patronímicos. O sea, no es exclusivo patrimonio de unos elegidos super  inteligentes que nada más residen en las grandes metrópolis.

—Lo refleja muy bien en su libro Humanismo, Marxismo y Postmodernidad, publicado en 1998.

—Se trata de un texto donde reivindico el humanismo y las posibilidades de construir filosofía en nuestras adversas circunstancias. El IX Simposio Internacional efectuado a incicios del presente año y convocado por nuestra Cátedra lo evidenció nuevamente. Asistieron más de 30 investigadores extranjeros.

«Significa que lo determinante no es el lugar, sino evolucionar en la elaboración de categorías e instrumentos epistemológicos y explicar de manera cada vez más racional la realidad que nos circunda».  

El ilustre investigador atrapa con sus argumentos a quien le escuche atentamente. Ni el bullicio de los alrededores de la glorieta santaclareña le impide continuar el diálogo. Desde este entorno natural comenzó a espigarse como descubridor del pensamiento humano. Entonces cursaba estudios en el Instituto de Segunda Enseñanza, hoy ESBU Osvaldo Herrera. Ahora lo rememora con cariño:

«Al egresar de este recinto, aspiraba a matricular en la universidad para estudiar Biología. Sin embargo, lo hice en Historia y Geografía. Cuando cursaba el tercer año, recibí las primeras clases de Filosofía con el profesor Armado Pérez Yera. Debo reconocerle a él el mérito de provocar en mí inquietudes por esta asignatura».

—¿Desde ese instante se inclinó por el magisterio?

—No lo hice de manera consciente. Quizás fuera porque demostré algunas habilidades para enseñar. Me gustaba ayudar a mis compañeros de aula en la comprensión dialéctica del mundo.

La remembranza explica por sí misma porqué fue propuesto para formarse como profesor en la Universidad de La Habana. Luego obtuvo la matrícula  en la de Leipzig, en la ex República Democrática Alemania (RDA). Allí cursó el Doctorado en Filosofía. Al graduarse retornó a su querida ciudad. Desde aquí continúa alimentando su profesionalidad frente a los educandos de la UCLV.

—Se especializó en Historia de la Filosofía. ¿Tuvo alguna motivación en particular?

—Lo decidí desde la RDA. Cuando comienzo a estudiar a Platón, Aristóteles, Hegel, Gramci y otros tantos. Comprendí que mi fin sería impartir clases y a la vez investigar con un enfoque historiográfico marxista y leninista.

Así lo evidencia el también Académico Titular de la Academia de Ciencias de Cuba en sus más de diez libros editados. En cada uno se aprecian sus contribuciones al desarrollo evolutivo del positivismo como corriente filosófica. Basta citar el primero de ellos, cuyo título El pensamiento filosófico de Enrique José Varona (1985), indica el interés del autor por centrar sus teorías en Cuba. Luego las extiende al continente con Valoraciones sobre el pensamiento filosófico cubano y latinoamericano (1985).

Más recientes son los referidos al humanismo y la postmodernidad, publicados durante la década de los noventa del siglo pasado. Y el último: José Martí y el humanismo en América Latina permite reafirmar que se trata de uno de los filósofos clásicos de América Latina, formado entre los siglos XX y XXI en Cuba. Pero, él prefiere considerarse «un profesor de Filosofía con la aspiración de ser maestro».

—No obstante, desde 1985 se le considera un investigador que abrió nuevas brechas en nuestro pensamiento filosófico.

—Así lo expuso el Doctor Gaspar Jorge García Galló, en el prólogo de mi primer libro. Al honorable preceptor le resulta difícil emitir criterios sobre su propia obra. Cuando se impone hablar de sí mismo, prefiere hacerlo sobre el entorno familiar. Aunque se desconozca el reparto donde vive, resulta fácil descubrir sus costumbres de santaclareño nato.

—¿En ese medio tan suyo, qué prefiere? ¿Hasta dónde el catedrático, el padre, el buen vecino y el cubano cotidiano?

—Resulta difícil separar la filosofía de mi cotidianidad. Disfruto un trago de ron y la carne de puerco, al igual que todo buen cubano. También la música clásica, o la popular, de ser buena, y las excelentes películas. Me encantan las reuniones familiares y de amigos. Sobre todo cuando me visitan mis dos hijos y la nieta, un gran tesoro.

«En el barrio o cualquier lugar de Santa Clara, tengo muchos amigos. Siento placer cuando me solicitan un libro o una consulta respecto a determinados temas de los estudiados por mí. Soy feliz por eso».

—Se muestra muy optimista.

—Sí, lo soy. Ante todo, porque confío en el ser humano.

—¿Entonces cree en el triunfo de los sistemas sociales iniciados recientemente en el continente?

—¡Claro! Estoy convencido de que vivimos los inicios de la postmodernidad. El futuro de los pueblos no podrá ser ni el socialismo real, al estilo soviético, ni el capitalismo real. Tendrá que ser una sociedad distinta a las elaboradas hasta el momento.

—¿Cómo la supone?

—Más humanista, donde el componente socialista será básico. Porque se trata de un sistema que es un producto y un completamiento de las insuficiencias de la modernidad, y de las carencias padecidas por las  revoluciones burguesas. Incluso por el cristianismo originario, donde se compartían los panes y los peces. Sin dudas, la humanidad necesariamente, tendrá que regirse por esas premisas sociales básicas. Llámese, o no, socialismo.

»Corresponderá a cada país poner en práctica algunas ideas de orientación socialista en la salud, educación y seguridad social. Se impone que así ocurra para que la sociedad sea más humana, más equitativa».

—De ese modo acontece hoy en América Latina, donde el péndulo se ha ido inclinando hacia la izquierda...

—En efecto, se cansó de estar tanto tiempo en la incómoda posición de la derecha. Por la insostenibilidad del neoliberalismo. Resulta una falacia que no se la  cree nadie.

»Si hace un tiempo hablábamos de los postmarxistas, de los marxistas avergonzados y vergonzantes, ya por ahí están apareciendo neoliberales arrepentidos. Emergen quienes han comenzado a echarle para atrás al modelo, por darse cuenta de que conduce a la guerra, a la explotación de pueblos enteros. Muchos teóricos sabemos que entramos a la era postneoliberal».

El tiempo corre presuroso. Más temprano que tarde -opina Guadarrama- lo que años atrás se consideraba una utopía para Latinoamérica se hará realidad. Todo llega a su momento justo, como mismo apareció el minuto exacto de una hora de conversación.

Él observa su reloj y lo comprueba. Escucha el canto de las aves que anuncian la proximidad de la noche. Sonríe antes de despedirse. Se aleja compartiendo sus pasos con quienes transitan por el parque Leoncio Vidal. 

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