Bloqueados desde Internet
Mi generación nació, creció y vive bloqueada. Para quienes sumamos más de cuarenta años de vida, hablar de restricciones económicas y financieras es lo más normal y común de la vida. Nuestra cotidianidad ha estado matizada por las carencias y penurias asociadas a la hostil política del gobierno norteamericano contra la Revolución cubana.
Así hemos llegado a la era de Internet, cuyo acceso en Cuba ha dejado de ser un sueño para muchos. La apertura de las salas de navegación en ETECSA, permitió el incremento del número de personas que en la Isla pueden disfrutar de las bondades de la red de redes. Aunque todavía sean evidentes las restricciones que existen a causa del bloqueo económico, comercial y financiero impuesto por los Estados Unidos a nuestro país.
Chatear, conversar por Skype, comprar por Internet, acceder a todos los servicios de las redes sociales son posibilidades cotidianas en gran parte del mundo, sin embargo para los cubanos es prácticamente imposible, debido a que nuestro ancho de banda es poco y caro. A pesar de que existen decenas y decenas de cables que pasan a pocos kilómetros de la costa cubana a los que no tenemos acceso.
Un artículo publicado por Amaury del Valle en el diario Juventud Rebelde expone que en países como Australia, Bangladesh, Reino Unido, Italia o Estados Unidos, las personas pueden acceder a un servicio de alta velocidad (DSL) con una velocidad de transferencia directa de hasta 24 megabites por segundo, e incluso en Noruega o Japón, por ejemplo, algunos usuarios particulares tienen ya conexiones de fibra óptica tan rápidas que sobrepasan los cien Mbps.
Lo contradictorio radica en que un solo usuario corporativo o incluso particular, en Europa, Asia o Estados Unidos, cuenta con una velocidad de conexión a Internet mayor que la que tiene Cuba, un país con más de once millones de habitantes, que apenas tiene autorizados, vía satélite, unos 65 Mbps de ancho de banda para la salida y 124 Mbps para la entrada.
Si bien Cuba posee acceso a Internet, esta «autorización» para conectarse a ella la dio, como si fuera una dádiva, el gobierno norteamericano en 1996, y no por buena voluntad, sino para explotar la web como una vía más para promover la subversión interna, el terrorismo y las presiones contra la Revolución.
Desde el surgimiento de Internet, Estados Unidos ha torpedeado el acceso de Cuba a la red informática mundial, y a la vez ha desatado una feroz campaña contra la Revolución acusándola de no dar libertad de conexión a la misma. Un ejemplo reciente lo constituye el programa Zunzuneo, también conocido como el «Twitter cubano». Proyecto que bajo la apariencia de una red social inocente, encubrió una operación secreta financiada y dirigida por la Agencia Internacional para el Desarrollo (USAID).
Algo similar ocurrió con Piramideo, un programa subversivo contra Cuba orquestado por la Oficina de Transmisiones a Cuba (OCB) junto al proyecto Martínoticias. El mismo promueve la creación de una red de «amigos», ofreciéndoles la posibilidad de que una persona envíe a los miembros de su «pirámide» un SMS masivo por el valor de un solo mensaje, esta estrategia, destinada también a restarle recursos a Cuba, busca además crear una especie de «canal de comunicación» entre grupúsculos contrarrevolucionarios.
Ante esta realidad, la nación ha decidido priorizar la conexión a la red de manera organizada para garantizar un uso social de la misma, y que pueda ser utilizada adecuadamente por médicos, científicos, estudiantes, profesionales, personalidades de la Cultura, empresas, centros de investigación y muchos más.
Disímiles son las experiencias de quienes hasta hoy han podido acceder a Internet desde Cuba. Una breve pesquisa revela que en más de una ocasión mientras «navegan» se encuentran que al querer visitar una página web les sale un cartel en inglés anunciando que ese servicio no está disponible para nuestro país. O sea, que por encontrarse en Cuba el servidor no puede autorizar la conexión. Así me ocurrió hace pocos días cuando trataba de registrarme en un sitio en el cual recibiría un teleseminario, a propósito de un curso virtual que recibo a través del correo electrónico.
Lo anterior evidencia como a pesar de toda su propaganda a favor del desarrollo tecnológico para disminuir la brecha digital y del libre acceso a las nuevas tecnologías, los gobiernos norteamericanos han bloqueado el acceso de Cuba a estas o entorpecido su uso durante décadas.
Otra violación cruda y real, resulta la postura de la Casa Blanca al impedir la importación directa de computadoras producidas por los mayores fabricantes mundiales de estos dispositivos, como Intel, Hewlett Packard, IBM o Macquintosh. Incluso, para obtener una de ellas, el país debe pagar hasta un 30 por ciento más de su valor real, al no poder ser adquirida directamente en su mayor mercado mundial, Estados Unidos, y tener que pagar altas tarifas de transportación por comprarlas lejos.
Por si fuera poco, por las leyes del bloqueo no se puede acceder legalmente a programas informáticos de trabajo con textos, imágenes, manejo de información o programación, tales como Microsoft Office, Adobe Photoshop, ACD See, Internet Explorer, write Express, Borland; o a software antivirus actualizados como Norton Antivirus, Panda Antivirus o AVP, entre otros.
Sí, mi generación que ahora forma parte de la población laboralmente activa del país ha aprendido a convivir con tales restricciones. Hemos sido testigos de las 21 veces que en la ONU ha sido rechazado, por voto mayoritaro, el criminal bloqueo económico, comercial y financiero. Hemos conocido de las muestras de apoyo de las naciones del mundo que lo condenan. Por eso vivimos esperanzados de que nuestra realidad no sea la misma que vivan nuestros hijos y nietos —nativos digitales— y que algún día se le ponga fin a tan injustas leyes.
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