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Patio Criollísimo

Angola y los héroes de mi tiempo

Angola y los héroes de mi tiempo

Apenas tenía cinco años de edad cuando comenzó la Operación Carlota en 1975. Significa que lo que conozco de ella se lo debo a los recuentos de mis padres. Aunque dos años más tarde comencé a vivir frente a la casa de un compañero nombrado Alfredo (no recuerdo los apellidos), a quien logré conocer luego de cumplir su misión internacionalista en Angola.

Supe entonces de la guerra en ese país, de hombres y mujeres que fueron a luchar por la independencia de la nación africana y supe también que muchos de ellos murieron, mezclando su sangre con la de los angolanos. Conocí de padres de mis compañeros de clases que al igual a las hijas de Alfredo aprendieron a leer y escribir a la par del recibimiento de las cartas llegadas allende los mares.

Unos cuantos años después, cuando ya cursaba estudios universitarios, viví la conmoción del pueblo de Cuba durante la Operación Tributo. Fueron días de luto, llanto y pesar al recibir los restos de los cubanos caídos en tierras angoleñas. Entendí mejor a mi vecino, sobreviviente de la contienda más altruista del internacionalismo cubano. Era 1989 y él todavía lloraba por los compañeros que dejó en los campos de batalla y regresaban con honores militares.

Ese año conocí a un amigo a quien llamaban Cuito, decían que estaba trastornado. Cuando indagué bien por su comportamiento me contaron que había sido partícipe en la batalla de Cuito Cuanavale —considerada una de las contiendas más trascendentes en la historia después de los combates de la II Guerra Mundial—, y sufría sus secuelas.

Finalmente entendí por qué el amigo nunca quiso revelarme su nombre y la razón por la que cada vez que hablaba, terminaba imitando el sonido de las ametralladoras.

Por estos días, cuando Cuba y Angola conmemoran el 40 aniversario del inicio de la Operación Carlota, 5 de noviembre, y de la independencia del hermano país africano, el 11 de este mes, vienen a mi mente los recuerdos de estos héroes de mi tiempo. Como otros miles internacionalistas y corresponsales de guerra, ellos viven entre el pueblo cubano. Junto a sus familiares y amigos reciben el merecido reconocimiento.

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