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Patio Criollísimo

Patio No Particular

¿Crecer sin raíz?

¿Crecer sin raíz?

Trepé al castaño y observé sin pestañear. De pronto descubrí a aquel hombre.

Descalzo, con pantalones raídos y la camisa atada a la cintura. Cavaba.

Se desesperaba. Sin importarle la fuerza con que el sol le inyectaba sus rayos sobre la piel.

Para él no existía fuerza mayor que la de sus musculosos brazos.

Lo único importante era rasguñar la tierra a golpe de picotazos.

Hasta llegarle a las entrañas. Golpeaba desmedido.

 Los terrones saltaban como proyectiles. Cavaba. Y más profundo se hacía aquel hoyo.

Con las manos, ensangrentadas ya, secó el sudor de la frente.

Miró fijo el hueco, sin encontrar la raíz de las guerras.  

Desde los Afectos

Desde los Afectos

Otro más de Mario Benedetti

¿Cómo hacerte saber que siempre hay tiempo ?
Que uno sólo tiene que buscarlo y dárselo,
Que nadie establece normas salvo la vida,
Que la vida sin ciertas normas pierde formapareja,
Que la forma no se pierde con abrirnos,
Que abrirnos no es amar indiscriminadamente,
Que no está prohibido amar,
Que también se puede odiar,
Que el odio y el amor son afectos
Que la agresión porque sí hiere mucho,
Que las heridas se cierran,
Que las puertas no deben cerrarse,
Que la mayor puerta es el afecto,
Que los afectos nos definen,
Que definirse no es remar contra la corriente,
Que no cuanto más fuerte se hace el trazo más se dibuja,
Que buscar un equilibrio no implica ser tibio,
Que negar palabras implica abrir distancias,
Que encontrarse es muy hermoso,
Que el sexo forma parte de lo hermoso de la vida,
Que la vida parte del sexo,
Que el "por qué" de los niños tiene un porque,
Que querer saber de alguien no es sólo curiosidad,
Que querer saber todo de todos es curiosidad malsana,
Que nunca está de más agradecer,
Que la autodeterminación no es hacer las cosas solo,
Que nadie quiere estar solo,
Que para no estar solo hay que dar,
Que para dar debimos recibir antes,
Que para que nos den hay que saber también cómo pedir,
Que saber pedir no es regalarse,
Que regalarse es, en definitiva, no quererse,
Que para que nos quieran debemos demostrar qué somos,
Que para que alguien "sea" hay que ayudarlo,
Que ayudar es poder alentar y apoyar,
Que adular no es ayudar,
Que adular es tan pernicioso como dar vuelta la cara,
Que las cosas cara a cara son honestas,
Que nadie es honesto porque no roba,
Que el que roba no es ladrón por placer,
Que cuando no hay placer en las cosas no se está viviendo,
Que para sentir la vida no hay que olvidarse que existe la muerte,
Que se puede estar muerto en vida,
Que se siente con el cuerpo y la mente,
Que con los oídos se escucha,
Que cuesta ser sensible y no herirse,
Que herirse no es desangrarse,
Que para no ser heridos levantamos muros,
Que quien siembra muros no recoge nada,
Que casi todos somos albañiles de muros,
Que sería mejor construir puentes,
Que sobre ellos se va a la otra orilla y también se vuelve,
Que volver no implica retroceder,
Que retroceder también puede ser avanzar,
Que no por mucho avanzar se amanece más cerca del sol,
¿ Cómo hacerte saber que nadie establece normas salvo la vida ?

Uno, Dos y Tres... ¡La Vida!

Uno, Dos y Tres... ¡La Vida! Reflexiones sobre la vida y los números

UNO: En aritmética es el primero con verdadero valor; en la vida, el único que no vale nada. En el universo numérico campea por su respeto; sin él no existen sumas ni restas. En cambio, entre los humanos cualquiera puede prescindir de uno.

Si bien en el mundo matemático el 1 goza de gran privilegio por encabezar cualquier tipo de enumeración, no es menos cierto que para la convivencia social pocas veces resulta ventajoso ser iniciadores de algo.

Y es que a pocos les agrada la idea de convertirse en Conejillos de Indias. No obstante, siempre aparece al menos uno con el gusto de  sobresalir en el grupo. Ese es el que prefiere multiplicarse o dividirse  por sí mismo, para no variar el resultado de su persona.

Los menos perspicaces se restan su propio valor, a tal punto que incluso llegan a  anularse. Sobre todo, cuando se aferran a la equivalencia unitaria.

Afortunadamente, la mayoría de las personas de este planeta cree que uno debe estar acompañado de otro semejante, e incrementar la unidad siempre que sea posible.                                                           

DOS:En aritmética es 1 + 1; en la vida, pareja. En el  mundo de los números representa el múltiplo más equitativo, y en el de los humanos debe ser la unión perfecta.

Mas, los dígitos de la suma son exactamente iguales; en cambio, la humanidad aún se cuestiona por qué entre la mujer y el hombre existen tantas diferencias.

Y es que, si bien en las matemáticas casi todas las operaciones con el 2 resultan fáciles de entender, para los seres pensantes lo más complejo es congeniar con un individuo del sexo contrario.

Las causas, hasta donde he podido indagar, están en que la mayoría de las personas no saben llevar a la práctica las bondades del cálculo con la segunda cifra de la regla numérica.

Por el contrario, a la hora de aliarse a alguien no la consideran su otra mitad, sino se limitan a ver la relación con doble sentido, y por si fuera poco, únicamente observan el rumbo negativo.

Qué distinto fuera si en vez de dividir y restar, sumaran y multiplicaran.

Aunque se deben tener ciertos cuidados para evitar un resultado nulo.

Por ejemplo,  los sumandos no pueden incrementarse por su propia cuenta. Lo justo es cumplir con un teorema tan antiguo como el del sucesor aritmético. En este caso, no lo dude, el  número ascendente al 2 siempre será el  3, y su múltiplo más próximo el 4. En la vida  ambos cómputos solo pueden ser familia.   

TRES: En aritmética aparece después de sumar 2 + 1; en la vida, cuando  la pareja decide conformar una familia. Para el universo matemático significa la disparidad en extremo, mientras que para los humanos, según sea el caso, puede considerarse dicha o fracaso.

Y es que  las  operaciones con el tercero de los dígitos nunca son equilibradas. Hallar las soluciones de una ecuación numérica terciaria, por ejemplo, semeja un rompecabezas. Mientras que las del  amor han roto más de un corazón.

Lo más atinado siempre ha sido atribuirle al tres el don de la suerte y... al que le tocó, le tocó. Les aseguro que hasta en matemáticas funciona. Póngase a resolver una integral triple, y me dará la razón si,cuando se encuentre próximo a dilucidar la respuesta, no dé pie con bola. Entonces, decidirá jugársela en un tin Marín de dos pingüé.

Algo muy similar ocurre con varias personas que no son integrales; sin embargo, andan y desandan enredándoles la vida a sus iguales con ese invento de las trilogías amorosas. Lo peor es que para ejercicios de este tipo la solución  nunca aparece, ni siquiera contando hasta tres. Por el contrario, el problema se complica más y más hasta llegar a un desenlace, evidentemente,  poco equitativo. 

Aun cuando las tríadas aparezcan con las mejores intenciones, provocan insatisfacciones. No hay ejemplo más fehaciente que los hijos. Con seguridad, sumar 1 a la pareja de esta manera significa felicidad, mas, cuánto nos cuesta mantenerla...

¡LA VIDA!:Como se vive, se cuenta. Aunque no es cuestión de decidir en un, dos por tres nuestras vivencias. Vivimos tan deprisa que no tenemos chance ni siquiera para saber si la tercera es la vencida porque solo existe una. Por el contrario, si no estamos prestos, la propia vida nos pasa la cuenta.

El importe puede ser tan elevado como la importancia que cada UNO sepa darle  a su existencia. A muchos les cuesta demasiado caro por menospreciar a quienes los rodean.

Sin duda, LA VIDA será más llevadera si las penas y glorias se comparten entre DOS. En este caso se recomienda no apresurarse en el proceso de buscar  el  sucesor,  y evitar a toda costa sumar TRES mediante alguna operación  ilegítima.

En resumen, UNO  nace e intenta convertirse en DOS  para que al menos TRES puedan llevar los cálculos necesarios de LA VIDA.

     

                                                        

Me Gusta la Gente

Me Gusta la Gente

Un poema de Mario Benedetti para hacer amigos:

Primero que todo,

me gusta la gente que vibra,

que no hay que empujarla

que no hay que decirle que haga las cosas,

si no lo que hay que hacer

y lo hace en menos tiempo de lo esperado.

Me gusta la gente

con capacidad para medir las consecuencias

de las actuaciones al azar.

Me gusta la gente

estricta con la gente y consigo mismo,

pero que no pierda la vista que somos humanos

y nos podemos equivocar.

Me gusta la gente

que piensa que el trabajo en equipo,

entre amigos, produce más,

que los caóticos esfuerzos individuales.

Me gusta la gente

sincera y franca, capaz de oponerse con argumentos,

serenos y razonados

a las decisiones de su jefe.

Me gusta la gente

de criterio, la que no traga entero,

la que no se avergüenza de reconocer

que no sabe algo o que se equivocó

y  la que al aceptar sus errores

se esfuerza genuinamente por no volver a cometerlos.

Me gusta la gente

capaz de criticarme constructivamente y de frente,

a estos los llamo mis amigos.

Me gusta la gente

fiel y persistente,

que no desfallece

cuando de objetivos e ideales se trata.

Me gusta la gente

que trabaja por resultados.

CON GENTE COMO ESTA  me comprometo a lo que sea,

así no reciba ninguna retribución económica,

ya con haber tenido

ESA GENTE A MI LADO me doy por bien retribuido

Los Ojos que Pesan

Los Ojos que Pesan Dos antónimos de nuestra lengua materna se han convertido en las palabras claves de una frase que muy bien pudiera considerarse célebre, según el punto de vista de quien la pronuncie, o mejor dicho, de acuerdo con las pesas que lleve en los ojos.

Las variantes del uso de ambas palabras pueden ser diversas. Mas, la idea central del enunciado será la de un saludo, tan espontáneo y fraterno, que no dejará margen a la duda.

Bastará con que dos personas -luego de varios años, meses, semanas, incluso días, sin verse-, se encuentren en plena calle. Una de las dos, o ambos a la vez, accionará la balanza que lleva en el rostro para decir: qué gordo estás, o, qué flaco te has puesto.

Se conocen, por ejemplo, a hombres y mujeres que durante toda su vida han exhibido una delgadez extrema, y por la observación de un amigo se han percatado de haber cogido "algunas libritas". Así será si el propósito radica en favorecerlos pues,  cuando se trata de recalcarles la flaqueza entonces el aludido llega a cuestionarse: ¿estaré a punto de desaparecer?

Algo similar ocurre con los mortales más gruesos. Por idiosincrasia, para la mayoría de los cubanos el exceso de masas y grasas es sinónimo de salud y belleza. Menudo disparate. Este casi siempre aflora en versiones del asunto cuyas insinuaciones son: qué bien te ves, cómo has engordado; qué niñito más lindo, tan gordito como está; el viejo está entero, gordísimo. 

Claro, todo es según el color del cristal con que se mire, de la graduación de los espejuelos, y hasta de la timidez del observador.

Sin  pretensiones de enjuiciar a quienes utilizan frases tan vanas para el saludo -al fin y al cabo, alguna vez nos hemos valido de ellas para salir del apuro en un encuentro imprevisto-, reflexionemos sobre lo incomodo que resulta sentar a alguien, o que alguien nos siente, en una romana para luego iniciar un diálogo.

Aun cuando a simple vista no parezca ocasionar molestias, en verdad es de mal gusto. Los globos oculares no deben limitarse a tomarle el peso corporal al interlocutor, sino mirar un poco más y buscar lo esencial, aunque El Principito afirme que es invisible para los ojos.  

 

 

Un viaje en Tren

Un viaje en Tren

 El Argentino Facundo Cabral, escribió este texto que me gustaría compartir con los amigos y lectores de mi blog.

La vida es comparable con un viaje en tren, comparación interesante porque nuestra vida está llena de embarques y desembarques, de accidentes, de sorpresas agradables, con subidas y bajadas tristes.Cuando nacemos, subimos y encontramos seres queridos: nuestros padres. Lamentablemente ellos, en alguna estación, bajarán definitivamente.Pese a esto debemos continuar; conoceremos a otras personas. Durante la travesía, subirán hermanos, amigos y amores. Muchos sólo realizarán un corto paseo. Otros estarán siempre a nuestro lado compartiendo alegrías y tristezas. En el tren también viajarán personas que andarán de vagón en vagón para ayudar a quien lo necesite. Muchos se bajarán y dejarán recuerdos imborrables. Otros viajarán sin que nadie perciba que están ahí sentados.Algunos pasajeros queridos, prefieren sentarse lejos, en otros vagones. Eso nos obliga a viajar separados, aunque no impedirá que con alguna dificultad, nos acerquemos. Lo difícil es aceptar que a pesar de estar cerca no podremos sentarnos juntos, pues otras personas los acompañan.

Este viaje es así  lleno de atropellos, sueños, fantasías, espera, llegadas y partidas. Este tren solo realiza un viaje: el de ida. Viajemos lo mejor posible, intentando una buena relación consus pasajeros, pues en algún momento del viaje, alguien puede perder sus fuerzas y deberemos entenderlo, como alguien nos entenderá y ayudará cuando nos ocurra lo mismo.El gran misterio es no saber en cuál estación nos toca descender.  Cuando tenga que  bajarme del tren, ¿sentiré añoranzas? La respuesta es sí; dejar a mis hijos viajando solos será muy triste. Separarme delos amores de mi vida, será doloroso. Tengo la esperanza de que en algún momento nos encontraremos en la estación principal, y tendré la emoción de verlos llegar conmucho más experiencia de la que tenían alñ iniciar el viaje.Ahora, el tren disminuye la velocidad para que suban y bajen personas. Mi emoción aumenta a medida que el tren va parando.
 ¿Quién subirá? ¿quién será? Me gustaría que usted pensase que desembarcar del tren no es solo una representación de la muerte o el término de una historia que dos personas construyeron y que por motivos íntimos, dejaron desmoronar. Ni la separación  momentánea de un alumno y su profesor. Cuando tenga que  bajarme del tren, ¿sentiré añoranzas? La respuesta es sí; dejar a mis hijos viajando solos será muy triste. Separarme delos amores de mi vida, será doloroso. Tengo la esperanza de que en algún momento nos encontraremos en la estación principal, y tendré la emoción de verlos llegar conmucho más experiencia de la que tenían alñ iniciar el viaje.Ahora, el tren disminuye la velocidad para que suban y bajen personas. Mi emoción aumenta a medida que el tren va parando.


Estoy feliz de ver cómo ciertas personas tienen la capacidad de reconstruir para volver a empezar, eso es señal de lucha, y saber vivir es poder obtener lo mejopr de todos los pasajeros. A pesar de que nuestros asientos no están juntos, con seguridad viajo en el vagón de ustedes

Vida desplanificada

Vida desplanificada

Me gusta recorrer así este mundo desorganizado.

Prefiero caminar mi era

a contra reloj,

con la prisa de un siglo dislocado,

donde pocos son dueños de su tiempo;

donde muchos regalan,

al menos un minuto,

a los amigos,

a los amores,

a los que también llevan

una vida desplanificada.

En el I Aniversario de la Tecla Ocurrente

Villa Clara, Santa Clara, 20/5/'06

Labios Vírgenes

Labios Vírgenes

Salvador siente sobre su mejilla el beso de la despedida. El roce de los labios de Dolores le despiertan las ansias de aprisionar contra su boca la sonrisa sensual y femenina que llevará grabada en su memoria por siempre.  Pero no puede hacerlo. O no debe cometer tamaña imprudencia delante de tantas personas.Recién se conocen y la muchacha no cesa de hablar y reír. Como si los uniera una amistad de años. Ella elogia la tarde, la frescura embriagadora de los últimos aires de febrero y el placer que la inunda luego de un excesivo y fructífero  trabajo.

Salvador, apenas la escucha. Sólo piensa en los minutos que faltan para que Dolores se aleje, sin saber cuándo volverán a verse. Él quisiera permanecer más tiempo a su lado para explicarle cómo se puede encontrar la riqueza del primer beso de amor. El muchacho se siente capaz de argumentar en breves palabras que de nada sirve afanarse en descubrir porqué aparece un joven en medio de un carnaval y se adjudica el derecho de violar la virginidad de una boca.

Podría decirle a Dolores —en un susurro— que no se  cuestionara más a quién correspondía el privilegio de enseñarle a una adolescente cómo es el primer beso entre enamorados; porque la adolescencia comienza cada vez que uno se enamora. Pero ella sabía todo eso. Entonces, qué motivos tendría Salvador para retenerla, si en verdad su deseo era besar tan jugosos labios, dejar en el entorno de su boca lo que pudo dejar aquel desconocido, de cuyo nombre ella no logra acordarse porque nunca lo supo.Y mucho menos logró saber el joven carnavalero los sortilegios que se desencadenaron después del fugaz beso.

Salvador sí lo sabe. Bastaron pocas horas de diálogo para descubrir las esencias de Dolores. Por eso ahora busca un pretexto para retenerla. Conoce que la muchacha, con el paso del tiempo, se acostumbró a creer que el beso robado en medio de aquella gran fiesta, en Santa Isabel de las Lajas, nunca más lo recuperaría. «Era el que me negué a mí misma y a Enrique cuando apenas teníamos diez años».

La explicación no convenció a Salvador. Por qué buscar justificaciones contra el arrepentimiento, si solo se trataba de un incidente insignificante. Un extraño  le demostró mayor destreza, aunque le desbaratara en segundos sus fantasías; y dejara a cambio el dulce sabor de una fuga de pasiones. Aquel desconocido desvaneció las visiones que Dolores alimentaba cuando se encontraba con Enrique. Sospechaba que su amiguito era capaz de regalarle besos enriquecedores. A veces no sabía cómo hacer para no sentirse descubierta mientras lo miraba desde el fondo del aula. Otras, buscaba la ocasión para que Enrique volviera a lanzarle la pregunta del temor, la del frío en el estómago.Pero esa oportunidad ya había pasado. Por segunda vez pierde todo su encanto. Jamás volvería a suceder lo de quinto grado.

A Dolores le resultó imposible responder el , o el no que Enrique solicitó mediante otro amiguito. Al menos que signifique respuesta afirmativa —o negativa—, el llanto instantáneo, el temblor de piernas, el sudor inesperado y casi tibio por la espalda, o el silencio.  El mensaje que Enrique le envió con otro niño del aula infundió un miedo inmenso en Dolores. Su pavor creció con solo imaginar que un , era olvidar las advertencias de su hermana. Por «si mami se entera» y por evitar las indiscretas risas de las demás niñas, Dolores perdió la grandeza fantasiosa de tener un noviecito a escondidas en la escuela. Solo recuerda el susto ante la pregunta sagrada: «Dice Enrique que si o no».Únicamente sabe que nunca más se sentó al lado del mejor compañerito del aula. Tampoco siguieron jugando a cambiarse las libretas para escribirse uno al otro las clases del día. Ni se esperaban para merendar.

Dolores empezó a conocer lo que era extrañar a alguien cuando le creció el desespero por ver aparecer a Enrique minutos antes de las ocho de la mañana. Ya no caminaban juntos hasta la formación para el matutino, ni él le aliviaba el peso de la mochila. Y en los días de gripe y fiebre en los que uno de los dos se ausentaba de la escuela, Dolores conoció porqué la nostalgia existe. Añoraba la excelente caligrafía —inusual en un varón— combinada perfectamente con los rasgos femeninos de Doli —como a veces le decía— en los cuadernos de Botánica, Geografía o Español. Y sin saber cómo, ni por cuáles motivos, a veces notaba que el blúmer se le humedecía en las madrugadas.Dolores perdió el embullo a la hora de ir al estadio y ver a Enrique con su traje gris y naranja, la gorra ladeada, como todo un buen bateador zurdo, o corriendo feliz hasta el home. Desde entonces entiende de béisbol, como le demostró a Salvador. Pero su fanatismo por este deporte no creció más allá de sus diez años.Ella descubrió que dejó de ser noviecita de Enrique en el mismo instante en que ambos comprendieron que debían serlo.

Ocurrió por miedo al Primer Beso de Amor; el que electriza y a la vez nos empapa de pies a cabeza. El que nos deja muertos en vida. Con un simple y enigmático enredo de lenguas, aquella noche de carnaval, el joven desconocido se llevó las fantasías de Dolores al tiempo que le cedía el paso para el  descubrimiento de muchos Primeros Besos.

Así Dolores conoció que, salvo muy raras excepciones, los besos son de Amor a pesar de no recibirse en los labios.  Que los de amor enriquecen las almas de quienes los dan un día tras otro, hasta el delirio infinito. También pueden aparecer en el momento más sublime y quedarse en un suspiro. O nunca existir, como cuando los labios de Dolores se encontraron por fin con los de Enrique.

Habían transcurrido dieciséis años desde la pregunta sagrada. Medio despojados del rubor que sentían cada vez que se encontraban por las calles, por primera vez mostraron alegría al verse. Después de actualizarse sobre el recorrido de sus vidas y los fracasos  de cada cual, Enrique la invitó a salir esa noche. Dolores lo observó con detenimiento. Ahora lo notó más esbelto, de espaldas anchas y con una sombra debajo de la nariz que despertó su curiosidad femenina. Escudriñó en los ojos de Enrique y aunque no experimentó el mismo desequilibrio emocional cuando sintió cómo le inyectaba la mirada, aceptó la propuesta.

Quería, o mejor, necesitaba, la magia de la incógnita de quinto grado. Mas, en ella solo quedaba la imagen ambalicada de lo que pudo ser si en lugar del llanto ingenuo y el absurdo silencio, la respuesta hubiera sido el que Enrique recibió con tantos años de retraso.A la hora de la cita, los recuerdos anidaron alrededor de una mesa. En penumbras, entre tragos y buena música, Dolores —conversadora por excelencia— se adueñó de otras tantas historias por contarse mutuamente. A Enrique, en cambio, no le quedó otra alternativa que la de absorberse en la pausada voz. La sensualidad exquisita conque ella gesticulaba y hablaba le provocó inquietantes cosquillas. Dolores ya era toda una mujer y como todo hombre en estos casos, Enrique no necesitaba intermediarios.

La tomó entre sus brazos. Lo mismo hubiera hecho aquella tarde en el aula de quinto grado. Dolores no se resistió al contacto de sus labios. Accedió a humedecerle la comisura del labio superior. Tal vez, para ayudar a que le creciera el bigote.Y Enrique hubiera preferido mil veces retroceder el tiempo. Verla nuevamente sollozando, envuelta en miedos, pavores e indecisiones. No tan despojada de toda tibieza, diciéndole, despampanantemente, «el tiempo enfrió demasiado mi Primer Beso de Amor».Y es que Dolores tiene todos sus besos helados. A Enrique no quiso darle muchas explicaciones. De nada le valdría contar el único relato que faltó por hacer: La historia del joven carnavalero. Y mucho menos reconocería porqué se le amarga la boca cuando en un simple enredo de lengua no existen hechizos.

Dolores nunca más había recordado el incidente de Santa Isabel de las Lajas. Ya casi tenía en el olvido cómo fue que un  desconocido violó la virginidad de su boca, al tiempo que le enseñaba cómo besar amorosamente. Nunca más se había detenido a pensar en eso, antes de aparecer Salvador, a quien acaba de darle un beso en la mejilla. De él se aleja sin saber cuándo volverán a verse. Con cuánto gusto le hubiera admitido besar sus labios vírgenes.

Habla el Arcoiris

Habla el Arcoiris

Una playa amanece virgen
cuando en las madrugadas
las estrellas se desvelan.

La playa despertará sin olas
si antes no sale el sol
y alguien la mira.

 30/1/2006