La vida sigue igual.
Lamentándome quedé aquella noche en que mis padres salieron a romancear. Iban con su amor, en fuga, hacia la gran pantalla del único cine del pueblo. Iban a ver, una de las películas extranjeras más taquilleras del momento por tener entre sus protagonista al universal cantante español Julio Iglesias.
Con mis cinco años por cumplir, resultaba imposible comprender tanta euforia entre los adultos del barrio. Desconocía el impacto de ver una historia cinematográfica. Solo logré entenderlos cuando la advertencia de «para mayores de 16 años», dejó de cerrarme las puertas de la sala grande. Luego, para bien de todos, creció el número de ellas en el país.
Y hasta en las pequeñas pantallas, en las salas del hogar, vemos filmes de estreno. Ahora bien, la historia melodramática contada cuadro a cuadro, durante una hora y 33 minutos, con la dirección de Eugenio Martín mostró una filosofía de vivir promotora del optimismo, la confianza y el querer hacer que cada ser humano lleva consigo. Quizás fuera eso lo que más admiraron los cubanos.
Coincide que la primera puesta mundial de La vida sigue igual, ocurrió el miércoles 1 de enero de 1969, exactamente un año después de que el pueblo de la Isla diera muestras de ese modo de ver la vida. La lectura inicial y colectiva de la película, en aquellos años de zafra azucarera para alcanzar 10 millones de toneladas de crudo, de construcción de escuelas y viviendas; no pudo ser otra que la de: «aquí nada va a cambiar», «no lo permitiremos», «avanzaremos cada día más».
Casi cuatro décadas después de pasada la euforia por Julio Iglesias y su atrayente canción, otra vez en los barrios se tararea que «siempre hay por qué vivir, /por qué luchar, /siempre hay por quién sufrir, / y a quién amar.
Las primeras jornadas de este agosto caluroso se acompañan de esa melodía paladín de la dignidad humana. Por eso causa espanto saber que en Miami se entonen cantos inmorales, ante la enfermedad de un hombre de talla mayúscula como Fidel.
Por él vivimos, luchamos, sufrimos y amamos. Incluso ellos, quienes siempre le han deseado lo peor. Pero, no hay mal que por bien no venga, consta en el refranero popular criollo. Y esta vez, la consternación, la inevitable tristeza por la enfermedad del Comandante, nos permite exponer ante la opinión pública las entrañas monstruosas de que quienes abogan por una Cuba más democrática, como si la ya existente no lo fuera.
La recuperación de la salud de nuestro líder constituye un hecho histórico más. Un tapabocas para los buitres.
Ya lo verán cuando el próximo 2 de diciembre ocurra un nuevo estreno mundial. Solo que esta vez se tratará de un «filme», real y auténtico. Y serán otros, no yo, quienes como niños queden compungidos en sus lamentos al ver que aquí la vida sigue, y seguirá, igual.
5 comentarios
Osmaira -
Dayana -
norelys -
YO -
Todo cubano sin distinción de credo, raza, condición económica, o afiliación política:
Tiene el derecho de elegir a sus gobernantes.
Tiene el derecho de opinar y expresarse públicamente sin temer a represalias.
Tiene el derecho de gozar de la libertad de prensa. Leer y publicar lo que quiera y cuando quiera.
Tiene el derecho de tener acceso a Internet, no solo los privilegiados o los vinculados con el gobierno.
Tiene el derecho de viajar libremente por donde quiera y cuando quiera fuera y dentro de Cuba
Tiene el derecho de no ser ciudadano de segunda clase. Los derechos de los cubanos deberían ser por encima al de los extranjeros, y no ser extranjeros en su propia patria.
Tiene el derecho de cuestionar y criticar a sus gobernantes y hacerlos responsables de sus acciones.
Tiene el derecho de congregarse sin temer perder su libertad.
Tiene el derecho de poseer y vender propiedad.
Tiene el derecho de practicar su religión escogida.
Todo somos cubanos y todos disfrutaremos de estas libertades. Dígale no a la sucesión. El cambio democrático en Cuba está presente.
José -