El estira y encoge del show Posada Carriles
Por Néstor Núñez (AIN)
Es evidente que ni el terrorista Luis Posada Carriles ni sus
abogados están dispuestos a seguir el juego de Washington, que parece trastabillar en el proceso por darle la libertad absoluta y reconocerlo finalmente como el hijo pródigo que siempre fue.
Desde el pasado 3 de mayo, la Fiscalía de Estados Unidos remitió
a los jueces una solicitud para que los vínculos del asesino Posada Carriles con la Agencia Central de Inteligencia, CIA, no salgan a la luz pública durante la vista que se le realizará el cercano 11 de mayo por mentir a las autoridades de inmigración.
Ese documento precisa que desde 1976 cesaron los vínculos del
acusado con la CIA, y que, además, obra un documento suscrito por
Posada Carriles, en el cual se compromete a no hablar de su trabajo con esa entidad de espionaje.
Sin embargo, ni el terrorista ni su defensa quieren silenciar ese
período, porque constituye, dicen, una prueba muy fuerte que apoya la solicitud del procesado de obtener refugio en los Estados Unidos a
cuenta de sus "destacados" servicios a la Casa Blanca.
Y en ese sentido, una carta suscrita por los abogados Rhonda
Anderson y Arturo Hernández, defensores del asesino, llega, incluso, a
afirmar que la Fiscalía miente cuando señala que fue a mediados de los ’70 de la pasada centuria que terminaron los lazos de la Agencia con
Luis Posada Carriles.
A seguidas, el documento precisa que luego de su fuga de Caracas, y
con el falso nombre de Ramón Medina, el verdugo sirvió a la CIA en el
suministro de armas a la contrarrevolución nicaragüense durante buena parte de los años ’80.
"El acusado Posada Carriles mantiene su declaración de que ayudó a
la Agencia Central de Inteligencia durante más de 25 años", insiste la
carta.
Para los abogados estos hechos son de extrema relevancia y no pueden dejar de aparecer en un proceso donde el terrorista intenta lograr finalmente su permanencia en Estados Unidos, con la anuencia abierta y total de las autoridades.
De manera que el asunto parece complicarse entre una Fiscalía
interesada en el silencio para pasar por debajo del tapete un episodio
tan sucio como el contubernio de la CIA con el criminal, quien sabe
cuenta con un grueso expediente de servicios al imperio en sus
grotescas y brutales correrías contra Cuba y no pocos pueblos del resto de América Latina.
El show está por producirse, y habrá que ver si antes de un
espectáculo mayúsculo, las partes llegan a un acuerdo entre truhanes y la farsa concluye sin mayores ruidos. Porque, ciertamente, todo es
posible en la sucia casa del Señor... W. Bush.
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