Martí, la América despierta
Por Idalia Vázquez Zerquera
«América Latina se le fue de las manos a los Estados Unidos», aseguró el presidente ecuatoriano, Rafael Correa Delgado, momentos después de finalizada la Cumbre Presidencial sobre Soberanía y Seguridad Alimentaria, con sede en Managua, Nicaragua.
Tal aseveración, efectuada a pocas jornadas de conmemorarse el aniversario 113 de la caída en combate de José Martí, se identifica con el pensamiento de nuestro Héroe Nacional, quien afirmó que América comenzaría a andar bien cuando se hiciera andar al indio.[1]
Bolivia resultó entonces uno de los ejemplos citados por Correa, después de referirse a las revoluciones de Cuba y Venezuela, a las que agregó a Ecuador, Brasil, Paraguay, Argentina y Chile, así como a la patria de Augusto César Sandino, dispuestos a andar unidos «como gigantes que ya se cansan de reposar [...] y emprenden la marcha [...][2]
La realidad que vive la región fue anticipada por Martí, cuando dijo que la América nuestra «como un solo pueblo se levanta»[3] y «lo que quede de aldea en ella ha de despertar.»[4]
Se refería el apóstol al fenómeno imperialista nacido a finales del siglo XIX en las tierras americanas y el cual era necesario contener.
Revivir la idea de Cuarta Flota reactivada por la administración de George W. Bush —y que próximamente surcará los mares del Caribe— con la intención de «combatir el terrorismo y las actividades ilícitas como el narcotráfico», es un vivo ejemplo de que la amenaza del imperio sigue latiente, en momentos en que toman auge y asumen el poder en la región movimientos revolucionarios que luchan por consolidar sus propias vías de desarrollo. Ante su prepotencia egocentrista, el mandatario ecuatoriano respondió que latinoamérica unida vencerá.
En el ensayo Nuestra América con fecha 1o. de Enero de 1891, José Martí escribió: «De todos los peligros se va salvando América. Sobre algunas repúblicas está durmiendo el pulpo. Otras, por la ley del equilibrio, se echan a pie a la mar, a recobrar con prisa loca y sublime, los siglos perdidos.
[..]
«En América, pues, no hay más que repartir bien las tierras, educar a los indios donde los haya, abrir caminos por las comarcas fértiles, sembrar mucho en sus cercanías, sustituir la instrucción elemental literaria inútil [...], con la instrucción elemental científica, y esperar a ver crecer los pueblos.»[5]
Martí no se conformó con la crítica al imperialismo, sino que orientó cómo realizar la tarea histórica que condujera a la independencia. Su sangre derramada en Dos Ríos, el 19 de mayo de 1895, fructificó en la Revolución cubana e ilumina como un faro de esperanza la tierra americana «¡[...] tan maltratada y tan hermosa! ¡Tan desconocida, tan amable, tan buena!» [6]
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