Sobre un Posible Viaje a Plutón y las Verdades Terrenales
Una niña cubana desea viajar a Plutón. Nada conoce de la nueva misión a cumplir por la NASA, consistente en llegar al planeta más frío antes de que su órbita de 284 años alrededor del Sol continúe alejándolo de la Tierra. Sin embargo, la pequeña de 10 años comunicó a sus familiares hace pocos días su interés de visitar el cosmos. Nadie le prestó atención. Sólo días después, la madre le comentó a varios amigos la última de las tantas utopías de su hija. Con expresiones jocosas, llegaron al consenso de que si bien no tiene pleno conocimiento de astrología, al menos desea alejarse de su hábitat.
El sueño de esta cubanita pudiera coincidir con el de tantos niños que crecen en la isla. Incluso con el de algunos adultos en el mundo. El libre acceso a la información ha permitido conocer por qué el globo terráqueo anda pastas arriba. Razones suficientes para hacer volar la imaginación —no solo la infantil— y suponer la existencia de una convivencia diferente, o mejor, en otro lugar del universo.
Jaranas aparte, reflexionemos entorno al posible viaje. Este se pretende realizar con ayuda de la atracción de la gravedad de Júpiter. Si bien los planes del programa New Horizons, supervisado por Alan Stern, del Instituto de Investigaciones Southwest, en Boulder se proponían iniciar el recorrido satelital en el 2006 —intento postergado—, la llegada al más pequeño y distante de los planetas no se efectuará hasta el 2020. El único objetivo consiste en ampliar la información existente sobre el casi desconocido y polémico Plutón.
Mientras eso ocurre, valdría repensar en los motivos reales de esta niña para querer ser cosmonauta y alejarse tanto de los suyos. Los argumentos interpuestos por la progenitora ante sus colegas inclinaron el debate hacia la película El día de mañana (The day after tomorrow), dirigida por Roland Emmerich, cuyas escenas nos muestran a un enemigo de fuerza implacable como lo es la propia Naturaleza.
Lo futurista del filme, sus espectaculares efectos especiales y sobre todo el brusco cambio climatológico de consecuencias devastadoras para la Tierra quedó grabado en muchos espectadores. Las predicciones del especialista Jack May (Dennis Quaid) anunciaron la llegada de otra era glaciar, pero ni él mismo pensó presenciarlo.
El rubor que causa ver las imágenes cinematográficas, les dura a unos cuantos tan solo varios minutos. A otros les cuesta horas, días y hasta meses olvidarlas. En suma, pocas personas creen en la posibilidad de que tanta ficción pueda convertirse en realidad.
Pensar en la ocurrencia de hechos semejantes en nuestra cotidianidad todavía no constituye una prioridad en las agendas de trabajo. Menos si se trata de las gubernamentales.
A pesar de los foros internacionales que abordan el tema, se necesita tiempo para concienciar como principal causa de tanta desarticulación en los procesos climatológicos el calentamiento global, como bien lo reflejan Emmerich y sus guionistas.
Los episodios meteorológicos extremos ya hacen sus estragos. Los ocurridos durante esta temporada de verano en el Mar Caribe, el Golfo de México y la península de Yucatán obligan a preguntarnos cuánto tiempo nos queda para impedir que se derrita la Antártida. Máxime si conocemos que en marzo del 2002 cayeron al mar unos 2.000 kilómetros de su barrera de hielo.
La cuestión más preocupante radica en que los efectos nocivos de las guerras aceleran este lamentable y tangible proceso. ¡Qué no cunda el pánico!, pudieran señalar algunos diaristas, mas, como redactora busco sumar otro llamado de alerta ante la alarmante tragedia vivida en News Orleáns, Missisipi, Louissiana durante el paso inolvidable del Katrina y hace pocos días en los pueblos de Centroamérica tras el paso de los huracanes Gustav y Ike.
En lo personal, no olvido las “conmovedoras” palabras de agradecimiento del presidente norteamericano de turno representado en El día de mañana. Para este personaje constituyó una gran suerte recibir la ayuda solidaria de los habitantes del Tercer Mundo latinoamericano, de los pueblos que tantas veces han sido subestimados por el norteño Estado.
Y me hace afirmar que el reflejo en las pantallas —aunque sea de forma ficticia y con visión imperial— de la posibilidad de aunar esfuerzos para impedir los devastadores fenómenos climatológicos alivia, pero no es la fórmula definitiva.
Existen otras verdades bien contrapuestas a solucionar como el hecho de que caigan bombas en Iraq, mientras en Cuba los niños están seguros de contar con un futuro más tranquilo y limpio. Aquí, como diría la poetisa Dulce María Loynaz, anidan los ciclones.
Sólo en esta temporada se ha sufrido el embate de dos huracanes de gran intensidad, que nos obligaron a activar casi por primera vez en toda la isla el Consejo de Defensa contra catástrofes.Ambos dejaron a su paso cunatiosos daños. A pesar de ello, nos recuperamos sin detener los proyectos sociales. En este sentido agradecemos la ayuda solidaria de unos 63 países.
Destinar recursos para un posible viaje a Plutón, como lo propone la NASA, cuando en nuestro planeta quedan tantas decisiones pendientes, semeja una gran ironía. No obstante, de ser posible llegar hasta allá sería oportuno tener en cuenta el sueño de una niña cubana, a quien solo le interesa llevar nuestras formas de vida.
1 comentario
Zenia -
Un cordial saludo,
Zenia